La infancia es un
momento en la vida que nos marca y nos define. La idea de pertenecer a
determinados grupos y de agradarle a todo el mundo, es algo que también surge
en esa época, aunque en algunos casos se prolonga un poco más.
Mi infancia fue
feliz, aunque tuve algunas cosas que me marcaron y que fueron durante algún
tiempo sesiones de diván. Una de ellas hoy me lleva a estar acá escribiéndoles,
para contarles que YO, YO NUNCA TUVE UNA BARBIE…..
Todas las navidades
a la hora de abrir los regalos, estaban mi bombacha rosa, mi diario intimo y
una imitación bastante venida a menos de la barbie, que si no recuerdo mal se
llamaba teresa. En ese momento yo bien no sabía quien era barbie, hasta que
“ellas” me la mostraron. Siempre después de las 00hs íbamos a su casa a saludar
y a que ellas me mostraran sus regalos. En un primer momento todo era risa y
diversión, hasta que mi teresa dejo de ser la hermosa muñeca que yo pensaba,
para convertirse en la sombra de sus hermosas barbies. Miles….la secretaria, la
cantante, la actriz, con su novio, con su auto, con su casa, con todooooooo!!!!
Bastaaaa y yooo??? Yo solo con mi pobre teresa que de todas esas cosas no tenia
nada, mas que su pelo un poco pajoso (al lado de la blonda cabellera de barbie)
y una carterita de plástico para colgar en su mano.
En su momento esas
cosas me dolieron, y me iba triste cada navidad de esa casa, hasta que por fin
pude ver la realidad. Yo creo que las mujeres que no tuvimos barbies somos
diferentes. Tenemos otros valores, otra concepción de la belleza y de la idea
de pertenecer.
No sólo a través de
Barbie, la cual reúne toda la modernidad y el estilo actualizado de una
sociedad de consumo que esconde sus vacíos existenciales en objetos que
supuestamente tienen un valor, muchas veces mayor que el valor humano, que el
amor a uno mismo, que la capacidad del ser para no tener que necesitar ningún
“accesorio de moda”, para ser quien eres.
Agradezco haber
tenido a teresa, quien me enseño sin lugar a dudas que “lo esencial es
invisible a los ojos”!.